Subía tranquilamente por la gran escalera de caracol, pronto llegué al final. Noté una presencia a mis espaldas así que pegué un leve bote y me giré. Era un hombre encapuchado, me asusté, y aún petrificada intenté correr. El me agarró del brazo y acercó una navaja a mi cuello. Intenté escapar de nuevo, pero solo conseguí que su capa cayera y entonces vi su rostro. Él era yo. Bueno, ahora ya no sería él, sino ella...
Silvia Carbajosa; ayudada por Laura Álvarez
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