Allí estaba Amelia, sentada en el árbol de siempre junto al lago. Su pequeño y precioso rostro se distorsionaba cada vez que soplaba el agua, creando unas pequeñas ondas que acababan desapareciendo. Amelia, a pesar de ser muy pequeña, pensaba en cosas muy complejas.
"¿Cómo vamos a conocer a la gente que nos rodea si ni siquiera nos reconocemos a nosotros mismos?- Cada vez que me miro, no me conozco, y pienso, - ¿Así me ve la gente? ¿Así soy yo?"
No hay comentarios:
Publicar un comentario